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Los primeros años de la Dibam

Producto de la crisis económica por la que atravesaba en los años 20 y de los escasos fondos que recibió la Dibam durante sus primeros años de existencia la labor fue compleja, orientándose a organizar una estructura administrativa y a distribuir los recursos que le eran asignados en el Presupuesto de la Nación.



La década del 30 estuvo marcada por esta austeridad y por la urgencia de ordenar el funcionamiento de la industria editorial chilena. Así, la Dibam destinó parte importante de sus esfuerzos al cumplimiento de la obligación del depósito legal y a regularizar la situación de los derechos de propiedad intelectual de numerosos libros de autores extranjeros que se habían reeditado en el país sin consentimiento de sus propietarios.


El impulso de iniciativas culturales, de investigación y de difusión patrimonial no estaba anulado por la falta de recursos, ya que la Dibam contaba con profesionales e intelectuales capaces de emprender dicha tarea, y podía convocar a otras instituciones a comprometerse en este tipo de proyectos. En conjunto con la Universidad de Chile se reinició la publicación de importantes series sobre literatura e historia comenzadas con ocasión de la celebración del centenario de la Independencia, como la "Biblioteca de Escritores de Chile", que había reeditado a autores del siglo XIX, y que fue continuada con obras más recientes; en tanto que la "Colección de historiadores y de documentos relativos a la Independencia de Chile" siguió publicándose hasta 1966 con el apoyo de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía y con la participación de numerosos investigadores.


Al comenzar la década del 40, la Dibam ya había logrado regularizar su funcionamiento y convertirse en un actor gravitante para la cultura y la educación del país. El quehacer de la BN se extendió por todo el país mediante los vínculos establecidos con 602 bibliotecas públicas y privadas -a las que proveía de obras que recibía a través de los servicios de depósito legal y de visitación de imprentas, o que eran el resultado de los proyectos de investigación histórica y literaria que lideraba-. Simultáneamente, incrementaba sus convenios de canje en el extranjero, lo que permitía que sus colecciones crecieran a un ritmo mayor que su presupuesto para adquisiciones.


El ANH, gracias a acuerdos de colaboración con la Academia Chilena de la Historia y la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, aceleró el proceso de catalogación de sus colecciones documentales y de publicación de algunas de éstas consideradas de utilidad para los investigadores.


En cuanto al patrimonio natural, el MNHN realizó numerosas expediciones en terreno para recopilar especies y muestras destinadas a incrementar sus distintas secciones. Al finalizar la década, se incorporó a la dirección el Museo Arqueológico de La Serena, creado en 1943 por la municipalidad de esta ciudad, para albergar las muestras encontradas a lo largo de décadas por investigadores regionales. La exhibición al público de este material condujo a muchos particulares a donar las piezas que tenían en su poder, incrementando rápidamente la colección del museo, por lo que el apoyo de la Dibam resultó fundamental para atender sus necesidades de catalogación, almacenamiento y exhibición.


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